Organizacion y Gestion Educativa

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jueves, 18 de noviembre de 2010

DRAMATIZACIÓN: Mi Personaje.

Soy Sandra, profesora de 3º de primaria A, en el colegio Andrés Miró, tengo 32 años y estoy casada desde hace 6 años, actualmente tengo 1 hijo que se llama Adrián y vivo en Sevilla, con lo cual me desplazo todos los días hacia el pueblo donde esta el colegio, hacia el Pedroso. Profesionalmente soy una profesora que suele imponer al entrar a una clase porque me gusta que aun se siga respetando la figura del profesor/a, lo que no quiere decir que no sea buena profesora con un buen carácter y que aprecie a sus alumnos. Me gusta llegar a mi clase y tenerlo todo preparado, saber con antelación cómo voy a dar mi clase ese día, con lo cual me preparo mis clases el día de antes para poder barajar también las distintas posibilidades de enseñar un contenido para que lo entiendan mejor mis alumnos. No tengo ningún problema en echar a un alumno de clase por su mal comportamiento, así recapacitará y aprenderá sobre lo que ha hecho para no volverlo hacer, o las consecuencias que tiene el hacerlo. Aún así también me gusta y de hecho lo tengo, una buena relación con mis alumnos, un ambiente bueno de trabajo que se palpa en clase, un ambiente de tranquilidad, de amistad…
Soy una persona con las ideas claras y formes, con lo cual, a no ser que sea con razones de peso me mantengo con mis ideas y pensamientos hacia algo.
Me gusta mi profesión y dedicarme a ella todos los días, ya que cada día te enfrentas a situaciones diferentes a muchos momentos de los cuales también aprendo a esta edad y me sirven para la práctica de mi profesión y para actualizarme en problemas que pueden tener los niños del centro, por ello creo oportuno contar un día cualquiera de mi profesión, como por ejemplo el día de ayer, un día muy completo.

Son las 9 de la mañana y me encuentro en la sala de profesores preparando el material necesario para dar mi primera clase del día, mientras escucho de fondo los gritos, llantos y risas de todos los niños que se disponen, un día más, a entrar en el colegio. Suelo tardar entre 4 y 5 minutos en llegar a clase para que los niños hablen, se desahoguen y se relacionen entre ellos para sentirse más animados al empezar la clase, mientras voy por los pasillos dirigiéndome al aula de 3ºA me voy encontrando con muchas caras, situaciones y momentos diferentes en los que tienes que reaccionar de diferentes maneras. Ayer, mientras caminaba hacia mi clase me encontré con un niño llorando con sus gafas en las manos las cuales estaban rotas, le pregunté que había ocurrido y me contó que un niño de su clase se había reído de él por tener gafas y se las cogió tirándolas al suelo y le dijo, burlándose de el, que las cogiera a ver si las veía. Después de contármelo me encargué de que me dijera su clase la cual había empezado y llamé a mi compañera María para contárselo y que mandasen al niño que le había hecho eso a dirección. Ahí acabó mi función de ayudar al niño, ya que del resto debía de ocuparse mi compañera. Bien, pues seguí hacia delante hasta que entre en mi clase y todas los niños se sentaban para escuchar la lección que iba a enseñarles y como normalmente llamé unas cuantas veces la atención a los típicos niños que son charlatanes y seguía explicando sin ningún inciso problemático o de importancia. Una vez terminada la hora les anuncié a mis alumnos que se leyesen y estudiasen lo que habíamos dado en clase porque lo preguntaría el próximo día y como era de esperar no les hizo mucha gracia porque se reflejó en sus caras, pero aún así me mantuve firme y no lo cambié, ya que tienen que ir cogiendo, cada vez más, el hábito de estudio.
La siguiente hora la tenía libre, por lo que me fui a la sala de profesores para adelantar trabajo de casa y prepara alguna clase más para el próximo día o incluso siguientes horas. También dediqué mi tiempo a hablar con mis compañeros intercambiando historias que nos suceden en el centro, a la misma vez que aprovechaba para tomarme un café. Como la hora siguiente la tenía de guardia aproveche para preparar un juego para mis alumnos y así en la hora de guardia charlar más con mi compañero Miguel, que era con el que me tocaba, mientras dábamos vueltas por el colegio.
En esa hora de guardia entre charlas y charlar nos encontramos con dos casos de niños que habían sido expulsados de clase por hablar demasiado y otro por tirar papeles durante la explicación de la profesora, mi compañera Pepa. Nos aseguramos de la situación, de lo que habían hecho preguntándole a la profesora y seguimos dando vueltas, vigilando de que no hubiese problemas durante esta hora.
En la hora siguiente, el recreo, nos reunimos los tres profesores/tutores de 3º de primaria para confirmar una excursión que habíamos planteado para ir con nuestros alumnos a visitar una granja escuela. Entre las opiniones y la confirmación pasó la media hora del recreo y cada uno emprendimos nuestro camino hacia nuestras respectivas clases.
Una vez llegué a clase para dar Conocimiento del medio, les comuniqué a toda la clase el tema de la excursión y se pusieron muy contentos y emocionados, con ilusión por ir, tanto que me costó quedarme un poco afónica por poner orden en la clase repetidas veces. Entre unas cosas y otras solamente me dio tiempo a dar 20 o 30 minutos de clase de Conocimiento del medio. Cuando terminó la clase les deje 5 minutos para que fueran al servicio mientras yo ponía las mesas en círculo para hacer el juego en esa hora. Una vez que ya estaban todos dentro, comencé a explicarles qué ibamos hacer en esa hora y en qué consistía el juego, que trataba de que cada uno, mirándose todos los unos a los otros, dijese una virtud o algo bueno del resto de compañeros, para así establecer buenas relaciones entre ellos, positivas, con lo que también en esos casos ejerzo un poco de función de pedagoga, ya que hay que aplicar todas las funciones que se puedan para un mejor rendimiento en clase. La actividad concluyó sin ningún problema y todos salieron contentos de clase, por lo cual me sentí orgullosa de que probablemente ese juego les habría servido. Me dirigí a la sala de profesores para coger de mi taquilla el libro de lengua que era la siguiente y última clase que iba a impartir ese día, mientras, mis alumnos se quedaron dentro de clase hablando, sin salir del aula, ya que les advertí que a quien me encontrase fuera del aula lo castigaría sin ir a la excursión prevista de la granja escuela. De camino a la sala de profesores me encontré con mi compañera Marta que estaba algo cansada y agotada de su clase porque tenía unos alumnos, o en general, una clase “mala”, ya que los niños eran muy traviesos y apenas le hacían caso, o la mayoría de las veces, por eso pensé en contarle algunas formas o maneras de actuar para tratar de hacer lo más amenas posibles sus clases o para intentar combatir algunos comportamientos de sus alumnos. Cogí mis libros y me dirigí hacia mi clase, donde efectivamente estaban todos mis alumnos dentro, hablando e incluso como es normal algunos gritando y correteando por allí, con lo cual no le dí mucha importancia porque son niños en una edad de jugar y compartir emociones con sus otros compañeros de esa manera. Intenté hacer mi clase lo menos aburrida posible haciendo que ellos también participasen para mantenerlos despiertos y atentos a lo que se estaba explicando, una formar más o menos efectiva de conseguir que te hagan caso y no se distraigan tanto que si me pusiera a dar una clase en plan aburrida todo el rato explicando sin hacerlos participar, que además de esa manera aprenden mejor o asimilan más rápido los conceptos más importantes. Cuando tocó el timbre para irse a casa, casi ni me dio tiempo a mandarles una tarea, ya que salieron corriendo, deseando de salir por la puerta y correr escaleras abajo para ver a sus padres o familiares que los recogían. Tenía pensado mandarles una tarea, pero viendo la rapidez con la que se fueron y la efusividad que mostraban por irse pensé mejor dejarla para el próximo día, que además ya les había mandado otra tarea en otra asignatura.
Después de recoger mi material, borrar la pizarra y dejar la clase más o menos en orden, tarea que el equipo directivo nos encomendó al finalizar la última clase del día, me fui a la sala de profesores para soltar mis libros y mis materiales de clase. Una vez allí cogí un libro que iba a trabajar en casa para la preparación de una clase del próximo día y salí, charlando con tres compañeros, hacia la puerta, mientras comentábamos como se nos había dado el día a cada uno, hasta que salimos del colegio y nos despedimos hasta el próximo día.
Bueno, y así, suelen ser mis días en el colegio, así es la profesión a la que me dedico, la que me encanta y por la que me siento orgullosa de en un pasado elegir estudiar Magisterio, porque ahora es de lo que más me alegro, me entusiasma la enseñanza y ver el proceso de unos niños que no saben nada, y que al final de curso, gracias a tu proceso de enseñanza, saben algo más, mucho más, lo suficiente para pasar de curso.

2 comentarios:

  1. Muy bien definido el personaje. Parece que es un personaje real, te metes en su vida y en su trabajo. Además está muy bien redactado.

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